“CAZANDO MITOS”:
“En los 90 se destruyeron los oficios y la
industria nacional”
"En
los 90 se destruyeron los oficios y la industria nacional" sostiene uno de
los dogmas del colectivo progresista y del proteccionismo industrial que buena
parte de la sociedad hizo suyo.
Fundamentan
la premisa referenciando a una supuesta dinastía
de eximios torneros, plegadores,
matriceros extinguida por obra de la apertura indiscriminada de la economía.
Dando
por cierta la hipótesis nos preguntamos ¿Por culpa de quien desaparecieron o
menguaron otros oficios no afectados por
la importación: pintores, plomeros, techistas, herreros? ¿Por culpa de
quien los hijos de los antiguos frutihorticultores españoles y portugueses
fueron reemplazados por bolivianos? De aplicar el mismo criterio debiéramos sindicar
a la inmigración (importación de mano de obra). Sin embargo en este punto la
progresía y el nacionalismo vernáculo sostienen gambeteando sus propias
premisas “los extranjeros hacen los
argentinos no quieren hacer”.
¿Por
culpa de quien aquellos que desempeñaron durante años en argentina nobles
quehaceres no afectados ni por la importación ni por la inmigración, prefieren
que su hijo sea "auxiliar en marketing" y no mecánico, inspector
municipal y no "criador de caballos", administrativo y no carpintero,
seguridad privada y no oficial panadero, dueño de un kiosco y no maquinista
de cosechadora, plan trabajar y no peón de campo?
Un
mal diagnóstico lleva a equivocar la
receta. Sin perjuicio de situaciones particulares que dan pábulo a la conjetura
según la cual la destrucción de parte de la “industria nacional” se originó en
una apertura espasmódica y violenta, existen datos que obligan a profundizar
este diagnóstico simplista:
a)
Buena parte de la industria que
desapareció en los 90 sobrevivía con protección arancelaria del 300%, aislada
del mundo, con maquinas herramientas que no bajaba de los 40 años promedio de
antigüedad, trasladando al consumidor el costo de una ineficiencia crónica
(está volviendo a pasar).
b) La apertura
significó competir con productos finales importados pero también la posibilidad
de acceso a tecnología, bienes de capital y procesos del primer mundo a precios
impensados. La Industria Automotriz invirtió en los 90 más que en toda la década anterior y
siguiente juntas y sentó las bases del vigoroso crecimiento actual. Lo mismo
ocurrió con la industria electro metalmecánica de la maquinaria agrícola que
pasó de herrerías artesanales a integrar el tándem de países líderes en rubros
como sembradoras, fumigadores autopropulsados y dispositivos de agricultura de
precisión. Esto se frenó, es cierto, en
los últimos años; no por culpa de la
“apertura” sino de la “protección” que eliminó la competencia y encareció el
acceso a la tecnología obligando al productor argentino a pagar por la misma
cosechadora, cuatro veces más en dólares en Argentina que en Alemania.
c) Con la
apertura se desarrollaron nuevos oficios en telecomunicaciones, electricidad,
informática entre otros sectores, donde nos deslizamos de la Edad Media a la
media internacional. Se comenzó a hablar de calidad total, normalización,
comercio exterior, mejora continua, competencia-
d) Aquellos
industriales que aprovecharon el uno a uno para equiparse pudieron acceder a tornos
de control numérico, centros de maquinado, diseño asistido por computadora,
logística profesional y dejar la extemporánea maquinaria semiartesanal obsoleta
donde trabajaba el mentado linaje de notables obreros y empresarios protegidos.
e)
Claro está que los que prefirieron una
casa en Punta del Este o un viaje de compra a Miami, desaparecieron dejando a
sus trabajadores en la calle, como volverá a ocurrir ni bien la realidad
obligue a blanquear el festival de subsidios y prebendas y terminar con las barreras
arancelarias y para arancelarias a la importación.
Los
diagnósticos parciales surgidos de la ideología (izquierda aislacionista anti
economía de mercado y los residuos de nacional socialismo criollo), del interés
económico (industria prebendaría proteccionista), y de la hipocresía (gran
parte de la clase política y el funcionariado oficialista que se desliga de una
época –los 90- en la que participaron alegremente) no harán más que llevarnos a
repetir antiguos errores.
El
dictamen superficial que se emite sobre aquella década lejos de “poner el dedo
en la llaga” haciendo una rigurosa autocrítica, lo pone en un “enemigo externo”.
Previene contra un mundo que más que un problema es una oportunidad e imagina
adversarios que sólo sobreviven en los afiebrados delirios de quienes, consumen
cual Quijote dosis excesivas de literatura fantástica (Manifiestos comunistas,
vidas del Che Guevara y reflexiones de Página 12, entre otras mitologías) reemplazando
al principio de realidad.
Lejos
está en mí defender la fenomenal corrupción, el aumento del gasto público
pasmoso y el clientelismo exacerbado que se desató en la segunda parte de los
90 con el objetivo de lograr la “re reelección” del entonces (y ahora) aliado
de los Kirchner.
Pero
me permito dudar ¿No habrán sido esta la causa y no la integración (apertura)
al mundo las que forjaron un endeudamiento insostenible con la convertibilidad
y la consiguiente recesión y explosión del sistema?
Hacernos
esta pregunta nos llevaría (quizá) a encontrar un extraordinario parecido con lo
que ocurre actualmente, dónde sólo cambia la forma en que se financia el
festival de consumo. Antes con deuda externa; ahora con emisión monetaria,
consumo de capital, utilización de los fondos de los futuros jubilados (Ansess)
y traslado de los costos a los consumidores y productores.
Gabriel Vénica
Gvenica@uade.edu.ar
Muy claro, comparto el pensamiento.
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