domingo, 7 de abril de 2013

01 /04 /13 LUBERTINO TIENE RAZON




LUBERTINO TIENE RAZON

Cuando critica a la empresa fabricante de los productos KINDER por pintarlos de celeste y rosa es perfectamente consecuente con los postulados y alcances de la IDEOLOGIA DE GENERO, plataforma de nuestros planes pedagógicos en materia de educación sexual;  tema inspirador de numerosos programas ministeriales y publicidades oficiales; decorado de no pocos  discursos presidenciales y fundamento filosófico de las leyes de  MATRIMONIO IGUALITARIO  y DE IDENTIDAD DE GENERO. [1]

Quienes no son coherentes con estos postulados son quienes como legisladores o ciudadanos se sorprenden por un comentario que no es sino consecuencia necesaria de premisas que han sido aceptadas con inocencia naif o entusiasmo progre en numerosas normas y acciones públicas votadas por no pocos legisladores opositores y recibidas con indiferencia por muchos ciudadanos supuestamente “anti kirchneristas”.

Es más, dicha ideología ha sido instalada por comunicadores, intelectuales y políticos en el lenguaje cotidiano forzando conceptos tales como “todos y todas”, “tod@s” o “violencia de género” en lugar de las tradicionales y conocidas violencia familiar, violencia en el hogar o violencia doméstica. [2]

            ¿Qué es la ideología de género?

Una ideología radical que no sólo pretende reemplazar nuestra tradición filosófica, antropológica, cultural y religiosa en materia de familia y sexualidad, sino que considera a estas tradiciones su enemigo a destruir.

Según la misma  "el género (masculino o femenino) es una construcción cultural… en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino”. [3]

En este sentido una persona de sexo masculino puede adoptar  un género femenino
y una persona de sexo femenino, puede adoptar un género masculino porque no se nace hombre o mujer. La atracción sexual y el instinto maternal son aprendidos no innatos.

Su enemigo es la familia heterosexual tradicional y la identificación del ser humano con los roles arquetípicos y naturales de hombre y mujer.

Tal como lo expresaran algunas de sus mayores exponentes, autoras de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios en Universidades Nacionales, sus objetivos son:

a) La eliminación de la familia biológica.

"El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural". [4]

b) La eliminación del rol femenino en cuanto tal.

"La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al igual que los hombres- no tengan que dar a luz.  La destrucción de la familia biológica que Freud jamás visualizó, permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente”.  ([5]) 

c) Una concepción política totalitaria, que considera insuficiente liberar a la mujer de un rol sino que pretende imponerle otro:

"No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella".  [6]

d) Una condición necesaria del socialismo.

"La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos. Tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que ésta encarna el orden natural de las cosas".  [7]

Frederick Engels (coautor junto con Karl Marx de la obra cumbre del marxismo “El Capital”) fue quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. En su libro "El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado", escrito por el pensador alemán en 1884 señala “"El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino". [8]

Por si quedaran dudas, la feminista Shulamith Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, la familia y más aún la diferencia de sexos misma:

"Asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente -a diferencia del primer movimiento feminista- no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarían culturalmente". [9]

Lamentablemente muchos de nuestros legisladores que han votado leyes inspiradas en esta perversa ideología que se encuentra en las antípodas de nuestra tradición nacional, cultural y religiosa han sido incapaces de entender el orden jurídico como un sistema, esto es como un conjunto de partes interrelacionadas,  donde todo tiene que ver con todo;  donde las consecuencias jurídicas se desprenden de las premisas filosóficas, donde las normas inferiores se fundan en las superiores y  todas en un complejo sistema de principios y valores que se fortalece o se debilita  a medida que nuevas normas lo confirman con su coherencia o lo diluyen con sus contradicciones.

Han dado pábulo a normas, donde las expresiones de Lubertino que hoy causan risa, ya están siendo enseñadas indirectamente por medio de sus supuestos filosóficos en nuestras escuelas y más pronto que tarde serán moneda corriente, políticamente correctas y las posiciones contrarias perseguidas por discriminatorias y contrarias al orden jurídico (ya está ocurriendo).

Decía Ratzinger: “La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición de criatura…. Ahora, con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo”.

Gabriel Vénica
Gvenica@uade.edu.ar



[1]La ley de Identidad de Genero  autoriza  solicitar la rectificación registral del sexo y el cambio de nombre de pila, cuando no coincidan con su identidad de género  auto percibida y aunque contradiga abiertamente a la percepción general.
[2] El empeño de algunos sectores por utilizar la expresión “violencia de género” refleja que el término “género” es deudor de una determinada ideología. Vale la siguiente anécdota. Tiempo atrás en ocasión del asesinato de una mujer en España en manos de su pareja el Ministerio de Sanidad condenó el hecho calificándola como “violencia en el entorno familiar”. Las furiosas e indignadas críticas no se hicieron esperar, por no utilizar el organismo público la expresión “violencia de género”. Arguyeron al efecto que la expresión “violencia de género” era el término acuñado por la ONU en la Conferencia de Pekín sobre la Mujer (1995), y que por lo tanto era el que debía emplearse en vez de eufemismos como “violencia doméstica” u otros similares. Lo extraño es que cuando se acude a la fuente –la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing– en su versión española, y se hace una búsqueda en el documento, resulta que al hablar de la violencia que sufre  la mujer se utilizan las siguientes expresiones:
  • “violencia contra la mujer” o “contra las mujeres”: 80 veces
  • “violencia en el hogar”: 5
  • “violencia doméstica”: 3
  • “violencia de género”: ninguna
  • “violencia sexista”: ninguna
  • “violencia machista”: ninguna
La palabra “género”, tan discutida en la Conferencia y que motivó aclaraciones y reservas por parte de algunos países, sale 203 veces, pero no en el contexto de la violencia. Reconocidos filólogos y gramáticos españoles integrantes de la Real Academia de la lengua expresaron sus dudas sobre la expresión “violencia de género”, confirmando la corrección de las expresiones tradicionales.

[3]Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Routledge, New York, 1990, p. 6.

[4] [19] Alison Jagger, "Political Philosophies of Womens Liberation", Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co., Totowa, New Jersey, 1977, p. 13

[5] [19] Alison Jagger, "Political Philosophies of Womens Liberation", Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co., Totowa, New Jersey, 1977, p. 14

[8] Frederick Engels, The Origin of the Family, Property and the State, International Publishers, New York, 1972, pp. 65-66

[9] Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex, Bantam Books, New York, 1970, p. 12.