(la izquierda y el maldito dinero capitalista)
Martín Caparros y Eduardo
Anguita (integrantes de montoneros y del ERP respectivamente) nos cuentan como
manejaban las finanzas y sostenían el propio patrimonio en los sesenta y
setenta los integrantes del Partido Comunista (a quien relacionan con el origen
del Banco CREDICOOP).
Algunos párrafos auto justificatorios,
sobre todo el referido a sus “curiosas vidas”, son antológicos.
Situándose en el año
1965, afirman con ingenuidad naif: [1]
“Otra
fuente de ingresos importante era la intermediación: en un punto, el partido
funcionaba como una mesa de negocios, que inventaba operaciones comerciales
relacionando entre sí a miembros o simpatizantes. Si alguien había importado un
buen cargamento de telas búlgaras, y otro tenía una fábrica de confección con
poca materia prima, y un tercero necesitaba trajes para sus cuatro sastrerías,
el partido los reunía y se ponía en marcha un negocio beneficioso para todos.
Donde el partido, como buen intermediario, se llevaba un porcentaje de la
operación. Y también estaban, por supuesto, las propias actividades económicas
del Partido Comunista.”
“Siempre
las había tenido, pero su organización definitiva se había encarado en los cincuenta:
entonces, un grupo de economistas y hombres de negocios ligados con el PC había
conformado el “Directorio”. El Directorio era una dirección financiera en las
sombras, que se encargaba de diversificar y optimizar las inversiones del
partido. Algunos de sus miembros quedaban como eminencias grises, sin actividad
pública, y otros se encargaban de aparecer como empresarios autónomos,
propietarios de fábricas, comercios y cooperativos de préstamo que poseía el
partido.”
“Sus vidas eran curiosas: algunos de ellos tenían que apartarse de
cualquier contacto público con el Partido Comunista u otros grupos de
izquierda, para evitar sospechas, y armarse una vida que correspondiera a su
supuesto patrimonio. Para servir a la causa se mudaban a departamentos caros,
viajaban, usaban buena ropa y coches nuevos; y para completar el disimulo, ni
siquiera podían ser demasiado distintos en su trato con sus empleados. No eran,
muchas veces, menos explotadores que cualquier patrón. Dicen que Codovila había
dicho que “si los fusilan por lo que hacen, aplaudiremos a los del pelotón.
Pero sepan que a sus familias jamás les faltará el sustento ni la cobertura
sanitaria”.”
“Siempre
se dijo que Jose Ber Gelbard, que pocos años más tarde, en 1973, llegaría al
Ministerio de Economía, fue uno de estos empresarios. Y que eso explica los
excelentes negocios que hizo el Partido Comunista durante los gobiernos de
Cámpora y Peron.”
“El
Directorio mostró una eficiencia notable como centro de la “inteligencia
económica”; los bienes del partido se multiplicaron. En esos años se consolidó
entre otras cosas, la red de cooperativas que después conformaría el Banco CREDICOOP, tan
ligado al PC, y se rumoreaban incluso que buena parte de las acciones de Coca
Cola Argentina pertenecerían a testaferros comunistas.”
“Pero
el Directorio no estaba solo. Formaba parte de un plan más general, según el cual el partido, a principios de los sesenta, decidió
organizarse como un Estado, con sus propios aparatos: si el proceso se
anunciaba largo, era mejor estar bien preparado. Fue la época en que se
consolidaron el aparato de inteligencia, el aparato militar, el aparato de
prensa y difusión: organizaciones complejas y muy bien montadas, aceitadas con
el dinero que el Directorio multiplicaba sin parar.”
“Para
los militantes, esto suponía respaldo y garantías. Se sentían en una
organización solvente, que solucionaba muchas cosas, y eso les daba confianza y
cierta mística: el partido era capaz de casi todo. Si hacía falta una casa para
funcionar, gente para cuidar un dirigente, proyectores para pasar una película
o una imprenta para hacer un libro, aparecían. Cuando Eduardo necesitaba un
volante, podía pedirlo al aparato de difusión o, si se necesitaba un frente
donde se hacían volantes a menudo, podía conseguir sin mayores problemas un
mimeógrafo. (pág. 62 y 63).”
Saque Ud. sus propias conclusiones.
La hermenéutica huelga.
Gabriel Vénica
gvenica@uade.edu.ar
[1] EDUARDO ANGUITA y
MARTIN CAPARROS, “La voluntad, una historia de la militancia
revolucionaria en Argentina” Tomo 1 / 1966 -1969” Editorial
Planeta 4ta Edición Páginas 62 y 63