domingo, 12 de mayo de 2013

10/ 05/ 2013 HERMENEUTICA DE LA MORAL IZQUIERDISTA


HERMENEUTICA DE LA MORAL IZQUIERDISTA…
(la izquierda y el maldito dinero capitalista)


Martín Caparros y Eduardo Anguita (integrantes de montoneros y del ERP respectivamente) nos cuentan como manejaban las finanzas y sostenían el propio patrimonio en los sesenta y setenta los integrantes del Partido Comunista (a quien relacionan con el origen del Banco CREDICOOP).

Algunos párrafos auto justificatorios, sobre todo el referido a sus “curiosas vidas”, son antológicos.

Situándose en el año 1965, afirman con ingenuidad naif: [1]

            “Otra fuente de ingresos importante era la intermediación: en un punto, el partido funcionaba como una mesa de negocios, que inventaba operaciones comerciales relacionando entre sí a miembros o simpatizantes. Si alguien había importado un buen cargamento de telas búlgaras, y otro tenía una fábrica de confección con poca materia prima, y un tercero necesitaba trajes para sus cuatro sastrerías, el partido los reunía y se ponía en marcha un negocio beneficioso para todos. Donde el partido, como buen intermediario, se llevaba un porcentaje de la operación. Y también estaban, por supuesto, las propias actividades económicas del Partido Comunista.”

            “Siempre las había tenido, pero su organización definitiva se había encarado en los cincuenta: entonces, un grupo de economistas y hombres de negocios ligados con el PC había conformado el “Directorio”. El Directorio era una dirección financiera en las sombras, que se encargaba de diversificar y optimizar las inversiones del partido. Algunos de sus miembros quedaban como eminencias grises, sin actividad pública, y otros se encargaban de aparecer como empresarios autónomos, propietarios de fábricas, comercios y cooperativos de préstamo que poseía el partido.” 

            “Sus vidas eran curiosas: algunos de ellos tenían que apartarse de cualquier contacto público con el Partido Comunista u otros grupos de izquierda, para evitar sospechas, y armarse una vida que correspondiera a su supuesto patrimonio. Para servir a la causa se mudaban a departamentos caros, viajaban, usaban buena ropa y coches nuevos; y para completar el disimulo, ni siquiera podían ser demasiado distintos en su trato con sus empleados. No eran, muchas veces, menos explotadores que cualquier patrón. Dicen que Codovila había dicho que “si los fusilan por lo que hacen, aplaudiremos a los del pelotón. Pero sepan que a sus familias jamás les faltará el sustento ni la cobertura sanitaria”.”  

            “Siempre se dijo que Jose Ber Gelbard, que pocos años más tarde, en 1973, llegaría al Ministerio de Economía, fue uno de estos empresarios. Y que eso explica los excelentes negocios que hizo el Partido Comunista durante los gobiernos de Cámpora  y Peron.”

            “El Directorio mostró una eficiencia notable como centro de la “inteligencia económica”; los bienes del partido se multiplicaron. En esos años se consolidó entre otras cosas, la red de cooperativas que después conformaría el Banco CREDICOOP, tan ligado al PC, y se rumoreaban incluso que buena parte de las acciones de Coca Cola Argentina pertenecerían a testaferros comunistas.”

            “Pero el Directorio no estaba solo. Formaba parte de un plan más  general, según el cual el partido, a principios de los sesenta, decidió organizarse como un Estado, con sus propios aparatos: si el proceso se anunciaba largo, era mejor estar bien preparado. Fue la época en que se consolidaron el aparato de inteligencia, el aparato militar, el aparato de prensa y difusión: organizaciones complejas y muy bien montadas, aceitadas con el dinero que el Directorio multiplicaba sin parar.”

            “Para los militantes, esto suponía respaldo y garantías. Se sentían en una organización solvente, que solucionaba muchas cosas, y eso les daba confianza y cierta mística: el partido era capaz de casi todo. Si hacía falta una casa para funcionar, gente para cuidar un dirigente, proyectores para pasar una película o una imprenta para hacer un libro, aparecían. Cuando Eduardo necesitaba un volante, podía pedirlo al aparato de difusión o, si se necesitaba un frente donde se hacían volantes a menudo, podía conseguir sin mayores problemas un mimeógrafo. (pág. 62 y 63).”

Saque Ud. sus propias conclusiones.

La hermenéutica huelga.

Gabriel Vénica
gvenica@uade.edu.ar



[1] EDUARDO ANGUITA y MARTIN CAPARROS, “La voluntad, una historia de la militancia revolucionaria en Argentina” Tomo 1 / 1966 -1969”  Editorial Planeta  4ta Edición Páginas 62 y 63