domingo, 28 de septiembre de 2014

28/09/14 EL CUENTO DE AGREGAR VALOR






EL CUENTO DE AGREGAR VALOR

Frases como "el campo no agrega valor" o "es necesario exportar valor agregado" o "agregar valor en origen" (latiguillo oficialista)  se escuchan a diario abonando el falso supuesto que los productores agropecuarios no generan valor y dando pie para que el estado patrocine aventuras industriales destinadas al fracaso y justificar las retenciones.

El valor agregado es el valor económico adicional que adquieren los bienes y servicios al ser transformados durante el proceso productivo. Contablemente expresa la diferencia entre el importe de las compras (costo de producción) y el de las ventas. Esta simple definición pone en evidencia que las frases mencionadas no son mas que falacias basadas en una comprensión fantasiosa del proceso económico.

Falacia uno. El campo no agrega valor

La primer siembra de trigo en territorio nacional se produjo en los inicios del siglo XVI en el fuerte Sancti Spíritu  recientemente descubierto en lo que hoy se conoce como Puerto Gaboto entre Santa Fe y Rosario. El cronista de ese viaje Luis Ramirez, cuenta en su informe a la corona que se sembraron 50 semillas de trigo que sobrevivieron a un naufragio y que con esas 50 semillas se obtuvieron 550, a razón de 11 semillas cosechadas por cada semilla sembrada. 

Hoy por  cada semilla sembrada se logran obtener 300 semillas de trigo y no solo 11.  La diferencia entre 11 semillas y 300 es puro valor agregado; valor que ya existía con las 11 semillas, pero que creció exponencialmente con la incorporación de conocimiento, tecnología y gestión.

La falacia de marras desconoce que la integración de valor se puede dar de manera vertical hacia adelante (transformando el producto) o vertical hacia atrás (mejorando el proceso de obtención del producto) y también de manera horizontal (mancomunando esfuerzos para lograr escala). 

El productor agropecuario en general no agrega valor verticalmente hacia adelante por la sencilla razón que allí termina su proceso productivo, con la cosecha. Pero agrega muchísimo valor integrándolo hacia atrás mediante la incorporación de ciencia, tecnología, capital, maquinaria, genética, servicios, siembra directa y de precisión, gestión. También agrega valor mediante la integración horizontal, tanto blanda (asociaciones, join ventures,  grupos Crea) como dura (fusiones empresariales, cooperativas) concretando alianzas para lograr escala productiva y de conocimientos.

Falacia dos: Es necesario agregar valor en origen. 

La frase supone que no se estaría haciéndolo,  lo que es falso. Se agrega valor en origen no solo hacia atrás como lo explicáramos sino también hacia adelante como lo atestiguan las aceiteras, bodegas, molinos harineros, curtiembres, desmotadoras, ingenios, usinas lácteas distribuidos por todo el país. Lo que le falta al país no es el agregado de valor en origen, sino en destino... Esto es en las capitales provinciales llenas de empleados públicos y gente que vive de la gente que debieran transformarse en multiplicadoras del valor generado por sus colonias agrícolas.

Pretender que ante la falta de vocación industrial de estas burocratizadas  magápolis esta parte del proceso corresponde también al productor constituye un fenomenal retroceso. Volver a una economía de subsistencia donde el granjero criaba el cerdo, lo alimentaba con su maíz, lo carneaba, fabricaba el chacinado y lo iba a vender a la plaza de la aldea (para dejarle la mitad del ingreso bruto al Señor feudal). El desarrollo económico de los pueblos se dió de la mano de la especialización y la división del trabajo y no al revés.  Nadie le pediría a mineros canadienses que se hagan joyeros. El campo debe perfeccionar su parte del proceso sin necesidad de transformarse en "panadero" después de haber cosechado el trigo o fabricante de zapatos con el cuero del animal que ha carneado después de haberlo criado.  


Falacia tres: Es necesario exportar con valor agregado. 

Otro falso supuesto. ¡Se exporta con valor agregado! inclusive con valor agregado hacia adelante. Una parte sustancial de la producción agrícola se exporta elaborada en proporciones similares o mayores a países que se consideran industrializados como Brasil o USA. El 85% de la soja del país se vende como  pellets, harina o aceite del que Argentina es el primer exportador mundial. 

Si no se elabora más es porque el estado lo ha impedido con retenciones al biodiesel en plena etapa de recupero de la inversión; aplicando precios de corte del 50% a la leche en polvo en el 2008 y 2009 cuando el mundo demandaba este producto y pagaba USD 5.000 la tonelada (oportunidad única que aprovecharon nuestros vecinos); o elevando de 4% al 32% los Derechos de Exportación a los preparados para alimentación animal (alimentos balanceados ) que contengan subproductos de soja; entre otros atentados al progreso.

Falacia cuatro: las retenciones se justifican en la necesidad de promover actividades industriales que agreguen "más" valor

La distinción entre campo, industria, servicios responde  a un obsoleto y superado paradigma decimonónico. El campo es hoy actividad primaria, industria y servicios, todo a la vez. 

Esta falacia implica no sólo ignorancia, la que puede ser salvada, sino un pernicioso y arraigado error que tiene por efecto "desalentar la generación genuina de valor" en aras financiar actividades que destruyen valor bajo la ilusión de generarlo.

Si una actividad  económica necesita del subsidio para ser sustentable  no está agregando valor.  Se está apropiando del valor ajeno. O de la expresión monetaria del valor ajeno: la renta.

A nadie se le ocurriría llamar  "agregar valor" al trabajo del mentado orfebre canadiense que no pudiendo competir con su colega italiano obligara a las eficientes empresas mineras de su país a proveerle el metal a precio subsidiado, en un juego de suma cero donde lo que genera como renta es lo que la minera perdió. Los Canadienses prosperan concentrándose en las actividades en las que son buenos (donde producen realmente valor) y no en aquellas en las que no tienen ventaja. 

Esto se llama derroche de recursos, asignación ineficiente o "trabajar al cuete", nunca "agregar valor". Sin embargo este es el nombre que se  pretende dar al trabajo de un molino harinero que recibe trigo a precios menores a los internacionales merced a los cierres de exportación. Como dijimos, si agregase genuinamente valor no necesitaría "ayuda" y si la necesita "no esta generando genuinamente valor" sino destruyendo valor generado por  otros.

¿Qué familia muy competitiva organizando eventos y recitales pensaría en destinar dinero para que uno de sus integrantes que desafina pero sueña con ser cantante supla su falta de talento artístico con fondo ajenos? Al menos no le llamarían a este desatino "agregar valor".  Se trataría simplemente de una ineficiente distracción de recursos para sostener un capricho.

La mejor política para incentivar el agregado de valor se llama “libertad de comercio y respeto a la propiedad privada  y a su fruto: la renta”.

Como dijera el promotor de esta idea y padre nuestra Constitución Nacional, Juan Bautista Alberdi: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra”




Dr. Gabriel Vénica (MBA)
gvenica@uade.edu.ar