domingo, 15 de febrero de 2015

15 02 2015 MITOS CRIOLLOS: EN LOS 90 SE DESTRUYERON LOS OFICIOS Y LA INDUSTRIA






“CAZANDO MITOS”:
“En los 90 se destruyeron los oficios y la industria nacional”

"En los 90 se destruyeron los oficios y la industria nacional" sostiene uno de los dogmas del colectivo progresista y del proteccionismo industrial que buena parte de la sociedad hizo suyo.

Fundamentan la premisa referenciando  a una supuesta dinastía de eximios  torneros, plegadores, matriceros extinguida por obra de la apertura indiscriminada de la economía.

Dando por cierta la hipótesis nos preguntamos ¿Por culpa de quien desaparecieron o menguaron otros oficios no afectados por  la importación: pintores, plomeros, techistas, herreros? ¿Por culpa de quien los hijos de los antiguos frutihorticultores españoles y portugueses fueron reemplazados por bolivianos? De aplicar el mismo criterio debiéramos sindicar a la inmigración (importación de mano de obra). Sin embargo en este punto la progresía y el nacionalismo vernáculo sostienen gambeteando sus propias premisas  “los extranjeros hacen los argentinos no quieren hacer”.

¿Por culpa de quien aquellos que desempeñaron durante años en argentina nobles quehaceres no afectados ni por la importación ni por la inmigración, prefieren que su hijo sea "auxiliar en marketing" y no mecánico, inspector municipal y no "criador de caballos", administrativo y no carpintero, seguridad privada y no oficial panadero, dueño de un kiosco y no maquinista de  cosechadora, plan trabajar y no peón de campo?

Un mal diagnóstico  lleva a equivocar la receta. Sin perjuicio de situaciones particulares que dan pábulo a la conjetura según la cual la destrucción de parte de la “industria nacional” se originó en una apertura espasmódica y violenta, existen datos que obligan a profundizar este diagnóstico simplista:

a)      Buena parte de la industria que desapareció en los 90 sobrevivía con protección arancelaria del 300%, aislada del mundo, con maquinas herramientas que no bajaba de los 40 años promedio de antigüedad, trasladando al consumidor el costo de una ineficiencia crónica (está volviendo a pasar).

b)      La apertura significó competir con productos finales importados pero también la posibilidad de acceso a tecnología, bienes de capital y procesos del primer mundo a precios impensados. La Industria Automotriz invirtió  en los 90 más que en toda la década anterior y siguiente juntas y sentó las bases del vigoroso crecimiento actual. Lo mismo ocurrió con la industria electro metalmecánica de la maquinaria agrícola que pasó de herrerías artesanales a integrar el tándem de países líderes en rubros como sembradoras, fumigadores autopropulsados y dispositivos de agricultura de precisión. Esto se frenó, es  cierto, en los últimos años;  no por culpa de la “apertura” sino de la “protección” que eliminó la competencia y encareció el acceso a la tecnología obligando al productor argentino a pagar por la misma cosechadora, cuatro veces más en dólares en Argentina que en Alemania.

c)      Con la apertura se desarrollaron nuevos oficios en telecomunicaciones, electricidad, informática entre otros sectores, donde nos deslizamos de la Edad Media a la media internacional. Se comenzó a hablar de calidad total, normalización, comercio exterior, mejora continua, competencia-

d)      Aquellos industriales que aprovecharon el uno a uno para equiparse pudieron acceder a tornos de control numérico, centros de maquinado, diseño asistido por computadora, logística profesional y dejar la extemporánea maquinaria semiartesanal obsoleta donde trabajaba el mentado linaje de notables obreros y empresarios protegidos.

e)      Claro está que los que prefirieron una casa en Punta del Este o un viaje de compra a Miami, desaparecieron dejando a sus trabajadores en la calle, como volverá a ocurrir ni bien la realidad obligue a blanquear el festival de subsidios y prebendas y terminar con las barreras arancelarias y para arancelarias a la importación.

Los diagnósticos parciales surgidos de la ideología (izquierda aislacionista anti economía de mercado y los residuos de nacional socialismo criollo), del interés económico (industria prebendaría proteccionista), y de la hipocresía (gran parte de la clase política y el funcionariado oficialista que se desliga de una época –los 90- en la que participaron alegremente) no harán más que llevarnos a repetir antiguos errores.

El dictamen superficial que se emite sobre aquella década lejos de “poner el dedo en la llaga” haciendo una rigurosa autocrítica, lo pone en un “enemigo externo”. Previene contra un mundo que más que un problema es una oportunidad e imagina adversarios que sólo sobreviven en los afiebrados delirios de quienes, consumen cual Quijote dosis excesivas de literatura fantástica (Manifiestos comunistas, vidas del Che Guevara y reflexiones de Página 12, entre otras mitologías) reemplazando al principio de realidad.

Lejos está en mí defender la fenomenal corrupción, el aumento del gasto público pasmoso y el clientelismo exacerbado que se desató en la segunda parte de los 90 con el objetivo de lograr la “re reelección” del entonces (y ahora) aliado de los Kirchner.

Pero me permito dudar ¿No habrán sido esta la causa y no la integración (apertura) al mundo las que forjaron un endeudamiento insostenible con la convertibilidad y la consiguiente recesión y explosión del sistema?

Hacernos esta pregunta nos llevaría (quizá) a encontrar un extraordinario parecido con lo que ocurre actualmente, dónde sólo cambia la forma en que se financia el festival de consumo. Antes con deuda externa; ahora con emisión monetaria, consumo de capital, utilización de los fondos de los futuros jubilados (Ansess) y traslado de los costos a los consumidores y productores.

Gabriel  Vénica

Gvenica@uade.edu.ar

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