¿COMO SE SALE DEL POZO?
O ANIMARSE A JUGAR EN PRIMERA…
Estos días hemos asistido a protestas de algunos sectores de
las economías regionales (fruteros del Alto Valle especialmente), comprensibles
por la situación que atraviesa el sector, pero confusas en cuanto al
diagnóstico y las soluciones propuestas.
Se alegan costos imposibles de sostener y precios para el
productor muy alejados de lo que paga el consumidor. Frente a esta situación se
pide asistencia financiera al estado e intervención
en la cadena de intermediación que se quedaría con la parte del león.
La solución tiene lógica dentro del paradigma dominante en
Argentina de los últimos 70 años en general y los recientes 12 en particular: “el
estado es quien dirige la economía y define que y cuanto gana cada uno”. Hasta
que el déficit fiscal, los desajustes y la falta de incentivos (o la
imposibilidad) para competir y ser más eficiente lleva a situaciones de crisis
sin retorno[1]
en un mundo donde sólo el libre mercado y el respeto a la propiedad privada
(capitalismo) ha generado riqueza sustentable.
No deja de ser contradictorio que se invoque al estado como
solución cuando fue el mismo estado el que agobiando con impuestos y distorsionando
todo con regulaciones, control de las exportaciones, desdoblamiento cambiario y
precios máximos, el que ha generado el problema.
¿Es con más intervención y más estado que se solucionará el
problema que la intervención y el estado han creado? ¿Es con nuevos salvatajes
que se consolidarán emprendimientos sustentables?
Indudablemente es injusto pedirle a los fruteros y tamberos
fundidos que no reclamen su parte de la torta cuando la Nación desborda de
empleo público de estabilidad garantizada y el futbol (y los sindicatos y las
ONGes y este y aquel) reciben asistencias millonarias. Pero creer que la
solución de fondo vendrá reclamando al fisco es mentirse.
Y reclamarla vía más
regulaciones proponiendo incluso la creación de fetiches (Institutos de la pera
y la manzana, por ejemplo) un agravamiento del problema (no para la dirigencia
siempre ávida de puestos pero si para el productor).
Debemos los argentinos, y en este caso los productores una
vez mas, animarnos a jugar en primera y pedir más libertad no menos, menos
impuestos, no más.
En un mundo en constante evolución donde han desaparecido
los fabricantes de maquinas de escribir, las casas de video y los pizarrones nadie tiene la garantía de su sobrevivencia
económica.
Sí tiene derecho a exigir
condiciones de igualdad ante la ley para competir incluyendo una moneda sana.
Esto es lo que NO ha ocurrido en los últimos años con los
fruteros a quienes el estado les mantuvo un tipo de cambio artificialmente bajo
entregándole $ 9 en vez de $ 16 por cada dólar exportación; ajustando este
dólar “estafa” un 7% anual mientras la inflación crecía un 25%; aplicando en el
colmo de la crueldad retenciones adicionales; sometiendo al productor a
mendigar permisos discrecionales para exportar; restringiendo la posibilidad de
importar tecnología; sometiéndolo a un costo sindical laboral mínimo 20%
superior al de sus competidores de Chile, Sudafrica y Nueva Zelanda, a un
transporte que es el más caro del mundo y a una caja de empacar frutas 120% más costosa que la caja similar
que utilizan en otras latitudes (en aras de satisfacer el relato de “industria
ficción” nac & pop y vivir con lo nuestro).
Este ha sido el escenario donde nuestros esforzados
productores de fruta perdieron mercados internacionales, salieron de
competencia, se atrasaron tecnológicamente, se privaron de capitalizar en época
de vacas gordas lo que como es tradición en el campo, permite afrontar las
épocas de vacas flacas.
Compelidos a jugar en una cancha inclinada, con botines de
acero para cumplir con los caprichos y los privilegios de un estatismo y un
sindicalismo fuera de la realidad.
No hay buena receta sin un buen diagnóstico.
Pretender solucionar el problema del intervencionismo y el
estatismo con más intervencionismo y estatismo en un mundo donde la riqueza
crece exponencialmente mediante intercambios voluntarios y pacíficos entre
millones de productores y consumidores ubicados en las antípodas del planeta es
simplemente trasladar el problema. Hacia adelante y hacia otros sectores. Pero
no es la solución.
Del pozo se sale por arriba. No enterrándose en el
Gabriel Vénica
Info@gabrielvenica.com.ar
[1]
El modelo estatista tan caro a los argentinos ya fue largamente analizado por
el mismísimo Karl Marx quién descubrió su inviabilidad científica y moral a
mediados del siglo XIX, proponiendo en su lugar la confiscación total de la
propiedad privada, la eliminación del libre comercio y la asignación a cada uno
de un sueldo; lo que a todas luces resulta más práctico que jugar al libre mercado
con un árbitro que en medio del partido inclina la cancha u otorga valores
diferentes a los mismos goles para que todo termine en empate. Huelga aclarar
que el sistema alternativo al estatismo de los socialistas naif –el comunismo
propuesto por Marx- terminó en un estrepitoso fracaso dejando como saldo sólo el
recuerdo de las dictaduras más feroces y criminales que haya conocido la
humanidad.
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