LA PROPIEDAD ES INVIOLABLE
(Constitución Nacional Art. 17)
No existe civilización sin
respeto a la propiedad. Ni progreso sin ella.
Rige la ingenua percepción
que la prohibición de violar la propiedad es una norma en favor de los ricos que
impide entrar en sus mansiones o expropiar sus campos y fábricas como proponía
el socialismo clásico. La confusión surge de atribuir al término un sentido
limitado como simple posesión física de una cosa sin atender a su verdadero alcance,
a saber: la propiedad es el derecho de
usar y disponer de una cosa y de sus frutos (la renta).
Se viola la propiedad
cuando se la ahoga con impuestos.
Se viola la propiedad
cuando se limita su uso y su disposición con regulaciones.
Se viola la propiedad
cuando se la devalúa con inflación, producto de emisión monetaria espuria para
cubrir el déficit de un estado que gasta sin reconocer en sus ingresos reales
un límite.
Se viola la propiedad
cuando se confisca la renta, que es su fruto, aplicando impuestos más allá de
un porcentaje razonable, hoy largamente
superado.
Se viola la propiedad
cuando se impide o interfiere el libre comercio, la expresión más genuina del
derecho de usar y disponer de una cosa.
Se viola la propiedad
cuando nos indican a quien podemos vender o alquilar y en qué condiciones y
cómo y cuándo.
Se viola la propiedad
cuando para realizar una actividad debemos someternos a innumerables registros
y trámites muchas veces superpuestos y la mayoría inútiles (salvo por el
detalles que exigen un sello y una tarifa).
Se viola la propiedad cuando
se cierran las fronteras y se impide exportar por la razón que fuere (siempre
se encuentran buenas razones para violar la propiedad: la mesa de los
argentinos, la justicia social, el estado presente, los que menos tienen).
Se viola la propiedad
cuando se rodea a una actividad de una maraña de disposiciones como ocurre en
el ámbito laboral impidiendo a dos ciudadanos honestos intercambiar voluntaria
y pacíficamente sus bienes y servicios sin recurrir a intermediarios coactivos,
innecesarios y caros.
Se viola la propiedad
cuando se otorgan patentes de corso para cazar en el zoológico a algunos grupos
por diferentes motivos (siempre las razones expuestas hacen llorar de emoción)
No sólo se viola la
propiedad privada. La Constitución no distingue. También se viola la propiedad
pública.
Se viola la propiedad
pública cuando los gremios se “apropian”, se hacen dueños, “confiscan y
privatizan en su favor” lo que es de todos. Como ocurre cuando pretenden
definir políticas educativas (el gremio de los maestros); quien entra y quién
no a trabajar en el estado (todos los gremios del estado); la dirección de las
empresas del estado (AYSA); el privilegio según el cual los hijos de los
empleados tienen derecho a un puesto (Banco Provincia).
Se viola la propiedad
pública cuando se usan las paredes de sus edificios para publicidad política,
ideológica o gremial; cuando se vandalizan monumentos; cuando se permite la
usurpación de tierras fiscales o cuando los funcionarios disponen de ellas a su
antojo.
Se viola la propiedad
pública cuando un grupo faccioso autodenominado originario no sólo usurpa sino
que establece “peajes” en caminos de acceso a lugares turísticos.
Se viola la propiedad pública
y privada cuando se exige a los demás “lo que no hay” (dinero) mediante
prácticas extorsivas, paros y cortes de calles.
Se viola la propiedad
pública cuando los alumnos toman colegios, deciden cuando se da clases y pretenden
decidir los contenidos.
Según el reciente informe
del Banco Mundial Argentina es el país con mayor presión tributaria del mundo…
Y figuramos en los últimos
lugares en el indicador mundial de libertad económica. Entre 180 países
ocupamos el puesto 156. Los que nos siguen son: Maldives,
Mozambique, Haiti, Ecuador, Liberia, Chad, Afganistan,Sudan, Angola, Ucrania,
Surinam, Bolivia, Guinea, Turkmenistan, Djibouti, Algeria, Timor-Leste,
Equatorial Guinea, Zimbabwe, Eritrea, Congo,
Cuba, Venezuela, North Korea.
Cualquier intento por
salir de esta constelación de países totalitarios y comunistas es rápidamente
etigmatizado por quienes se han beneficiado de un estado omnipresente y “okupado”
por ellos mismos.
Quienes vienen por la
propiedad no siempre lo hacen disfrazados de Atila (los Pata). Muchas veces sus
almibarados discursos se escudan en las más nobles causas (la izquierda). Sus
argumentos son jurídicos, religiosos y éticos. Su arma principal es la cruel
demonización de quienes los contradicen (oligarca, egoísta, neoliberal).
Encuentran terreno fértil en la sensiblería progre.
Juan Bautista Alberdi, el
padre de nuestra Constitución Nacional nos previene e involuntariamente nos alecciona con la falsa
expectativa que esconde su última frase:
“No bastaba reconocer la
propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada en su principio, y
desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso, -en el uso y disponibilidad
de sus ventajas. Los tiranos más de una vez han empleado esta distinción
sofística para embargar la propiedad, que no se atrevían a desconocer. El
socialismo hipócrita y tímido, que no ha osado desconocer el derecho de
propiedad, ha empleado el mismo sofisma, atacando el uso y disponibilidad de la
propiedad en nombre de la organización del trabajo. Teniendo esto en mira y que
la propiedad sin el uso ilimitado es un derecho nominal, la Constitución
argentina ha consagrado por su artículo 14 el derecho amplísimo de usar y disponer de su propiedad, con lo cual
ha echado un cerrojo de fierro a los avances del socialismo”
La norma constitucional es
la trinchera para una larga y ardua lucha que debe ser jurídica e ideológica,
pública y privada, en la casa y el trabajo, el templo y el aula. O el cerrojo se rompe.
La Constitución es sólo trinchera.
Hay que llenarla.
Gabriel Vénica
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